lunes, 18 de abril de 2016

Lo político desde el narcisismo.



Hemos de ser prudentes. Aunque insultar a otro en el ámbito público diciéndole psicópata, narcisista o cualquier otra lindura trae aplausos, es siempre una grave trivialidad. Los fenómenos políticos y sociales s tienen otras categorías explicativas que superan las repetidas menciones a la supuesta patología de los pueblos y sus líderes.


Sin embargo, es tentador relacionar el narcisismo con la sociedad, en general y, con la política, en particular.


Los sujetos con un trastorno narcisista tienen fantasías de grandiosidad, acompañados de escondidos sentimientos de inferioridad que les llevan a depender excesivamente de la admiración y reconocimiento de los demás. Es constante su superficialidad afectiva y tienden a ser extraordinariamente envidiosos. Carecen de empatía y por tanto se les dificulta acompañar y comprender el sufrimiento de los otros. Optan por seducir y manipular para controlar, explotar y escalar posiciones dentro del ambiente social y profesional en el que viven.


El narcisismo en el plano social se resume en la ausencia de diálogo entre los actores políticos, atrincherado cada uno en la posesión de su verdad y la extrema susceptibilidad ante la crítica que se percibe como ataque y deslealtad. Pero también en el creciente número de personas perdidas en un vacío existencial, desvitalizadas, que temiendo la fragmentación se refugian en el consumo y el culto exacerbado a la individualidad.


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